Aníbal Pachano: Un hombre del pueblo argentino

Aníbal Pachano llega a Carlos Paz con su nueva obra "Smail". El hombre de galera y sombrero se autodefine como un trabajador del arte, y dice que la TV lo ayudó a estar donde está.

Cuando mataron al estudiante Santiago Pampillón, en 1966, él estaba en el Cinerama de la Avenida Colón en una excursión del colegio. Su padre tenía una hostería atrás del colegio Carbó. Tuvieron que sacarlos a todos corriendo. Además, las calles de Carlos Paz eran un paisaje corriente, porque sería en esa ciudad donde el señor de bigote y galera haría toda la escuela primaria y donde creó los mejores dibujos que hizo en su vida. No recuerda el nombre de su maestra, pero se pregunta dónde estará, qué habrá sido de su vida. De su adolescencia también recuerda que pasó por el colegio Deán Funes el primer año de secundaria.

Ahora vuelve a esas lugares conocidos, donde la gente lo para, le pide fotos y él sonríe sin galera diciendo "no es el mejor día", porque se lo ve de jean, remera y zapatillas, pero igual sonríe. El hombre pequeño de galera sonríe.

Nada es casualidad. Aníbal Pachano trae a Carlos Paz su nueva obra Smail: él decidió cambiar la palabra inglesa smile y ponerla como se pronuncia. Smail no es una sonrisa. Es un imperativo: sonreí. "También es una ironía, porque ante semejante caracúlico, ponerle Smail tiene que ver con un cambio mío, con lo que me viene sucediendo. Mis amigos me decían 'bueno, sacate el enojado y empezá a disfrutar'".

Y eso es lo que resultó: la obra es un gran homenaje a la comedia musical, a sus obras, a María Elena Walsh, a Valeria Lynch​, al HIV. Un gran homenaje a lo que, quizás, constituye la vida de uno de los personajes mediáticos más conocidos de los últimos tiempos.

El círculo se cierra
El hombre de galera sabe que no fue fácil llegar hasta ahí, pero parece consciente de que ese destino era irremediable. En su cabeza y mirando al futuro, Pachano sabía que lo que le está sucediendo ahora le sucedería en algún momento. Desde 1982 pasó de ser un arquitecto consumado a un artista en ascenso. Un trabajo que comenzó con el grupo Botton Tap, con el que cosecharían algunos éxitos, pero ninguno del tamaño y la popularidad de este momento. Ahora todos saben quién es ese señor de galera y sombrero que habla rápido y contundente, como si en la boca tuviese un camión sin frenos.

Tiene claro algunas cosas de su trabajo: lo que le interesa es el arte. "Hace muchos años que hago lo que me gusta. Muchas veces el teatro es diferente a lo que hay en televisión: en el teatro se hace arte, el resto es un negocio. Es un reality, un juego. Acá en el teatro se ve la verdad, y esa es la esencia que yo tengo y que yo más disfruto".

El círculo comienza a cerrar: de la televisión, a la que él considera un medio absoluto, un gran circo romano, él gana popularidad, reconocimiento. "La gente viene a ver al de la galerita y se encuentra con un teatro a lo Brodway. Me parece que está bueno. Ahí conecta la tele. Esto va a suceder ahora en Carlos paz. Yo vengo a trabajar. No compito con mi trabajo. Yo quiero espectáculos con sentido artístico, no estar en el conflicto. En la televisión mis peleas tienen que ver con defender mi postura", dice sobre su trabajo en Bailando por un sueño.

El señor de galera y sombrero come de su plato y bebe tranquilo sin galera y sin sombrero. Pero hay algo en sus movimientos que genera la sensación de que todo el tiempo lleva su traje puesto. Este hombre de Tostado (Santa Fe) tiene motivos para ser como es. Su padre era odontólogo y cabaretero, con tres matrimonios y nueve hijos, jefe de Policía durante el gobierno de Frondizzi. Su madre, una artista de las manos que tejía con una técnica particular parecida al crochet. "Mirá cómo salí yo -señala-, cabaretero y medio político".

Lo de medio político tampoco es una casualidad. Cuando a Pachano se le pregunta si se puede hacer política desde el arte, responde diciendo lo mismo pero aseverando: se puede hacer política desde el arte. "Siempre lo hago y digo mucho más de lo que dice el resto. Por eso muchas veces he estado amenazado. Tengo mucha memoria. Estaba en la universidad en el 73. Yo viví el pre y el post. Y sé perfectamente dónde estaba cada uno. Yo tengo memoria", recalca. De los 70 no rescata nada. Para Pachano fue una década infame. Aunque le gusta el presente: "Ahora estoy chocho, está bueno. Cristina Kirchner​ ha bajado los decibeles. Debe ser muy diferente trabajar con tu pareja y manejar un país. Pude aprender a respetar lo que una juventud estaba mirando y yo no veía. Esta fue la primera vez que la voté. Estoy apostando a que se cambie. Yo quiero una Argentina mejor, que haga arte, que vuelve a ser un país mirado por el mundo". Eso es lo que quiere el señor de sombrero y galera que se auto define como un dibujo animado mezcla de Buster Keaton​ y Charles Chaplin​.

Arriba y abajo
De las mesas contiguas a donde está sentado se acerca un hombre alto y robusto a pedirle un foto. Aníbal Pachano se para y sonríe nuevamente. Otra mujer, desde la mesa, lo mira, aplaude con esos aplausos lentos y solemnes y asiente con la cabeza. Pachano no escucha el aplauso y vuelve a sentarse. Se declara auténtico con galera o sin ella. "Soy el mismo Pachano arriba y abajo, siempre", dice. Y agrega: "El medio artístico es pacato y la clase media para arriba es más pacata. El pueblo la tiene clara. La clase media para arriba es trabada: habla trabado, tiene sexo trabado, todo es trabado. Son los que nos manejan trabadamente. En cambio, los del pueblo somos de otra naturaleza. Yo soy del pueblo. Yo hablo desde el pueblo. Nací en Tostado, no me olvido de eso. La raíz es la raíz. El que se olvida de eso, pobre santo".

En Carlos Paz se alquiló una casa donde -confiesa- entran pocos. Desde que el estallido mediático impactó en su vida, le quedaron pocos amigos. Aníbal muestra la mano derecha y señala que esa mano sobra para contarlos a todos. El hombre de galera y sombrero trabaja porque quiere ser un viejo feliz. Tener una vejez mejor que la que tuvieron sus padres. Nada más. De los precios que tuvo que pagar para estar donde está no reniega. Estar en televisión le significó algunos pocos tragos amargos, como confesar casi obligadamente que es portador de HIV, ser cuestionado casi insistentemente por su vida privada y dar explicaciones de casi todo lo que pasa en su vida. Nada más, nada menos.

"Yo voy a entrar en mi vejez trabajando para el arte, siendo un tipo que disfruta de lo que hace. Que hace arte para todo el resto. Ese es el valor de mi trabajo. Lo otro va a quedar en una anécdota: de una maldad se hizo una bondad. Porque a mí me permitió comunicarle a la gente mi enfermedad, y de esa manera le hizo entender a doña Rosa y a don Cacho que eso puede existir y que hay que sortear el obstáculo. Mi enfermedad fue subir 10 escalones de golpe. Fue un aprendizaje, yo nunca lo vi como un obstáculo. A la vida hay que mirarla para adelante. Nunca hay que ir para atrás, porque uno es partícipe. Y si eso sirvió para estar como estoy entonces, chapeau".

Aníbal Pachano hace el gesto de sacarse una galerita invisible y saluda. Sonriendo.

La obra
Smail estrena el viernes 23 en el Teatro del Sol I de Carlos Paz (General Paz 250). Con Aníbal Pachano, Sofía Pachano, Maxi de la Cruz y elenco.

La Voz

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