Estos negocios ambulantes de venta de comida se instalan en todos los sectores donde hay construcciones u otro tipo de actividad que aglomere a gente.
“Supuestamente vivimos en una zona residencial del sur de La Paz, sin embargo, desde hace mucho tiempo que una señora se aposta en la calle principal para vender sus almuerzos, incluso pone banquitos de madera en toda la acera interrumpiendo el paso peatonal por este sector. Varias veces hemos denunciado a la Subalcaldía, pero la señora sigue en su negocio”, señaló Viviana Cuentas, vecina de Bajo Següencoma.
Y es que desde hace un tiempo el negocio de la venta de los conocidos ‘agachaditos’ se está expandiendo en los barrios de la zona Sur paceña.
“Antes veíamos a las señoras vender sus almuerzos al paso en zonas como la Buenos Aires y la Gallardo, pero el negocio ahora se ha vuelto muy famoso en zonas como Irpavi o Achumani”, dijo Mauricio Rico, vecino de Irpavi.
Cambio realizó un recorrido por cinco sectores del sur de La Paz (Obrajes, Següencoma, Irpavi, Achumani y Los Pinos) y detectó al menos 15 puestos de ‘agachaditos’ en varios sectores.
En estos lugares, el uso de guantes, servilletas y utensilios cuidadosamente higienizados para el manipuleo de alimentos parece haber quedado en el olvido.
Las comerciantes abren sus enormes ollas recubiertas de grandes cortes de tocuyo y —con la ayuda de sus manos— sirven las papas, chuños, asados y hasta el arroz.
La mayoría de las comerciantes de ‘agachaditos’ habilitan un banco de madera para poner la llajua para que se sirvan a gusto los comensales que se acomodan rodeando el puesto de venta.
“Lo peor es que la gente que se sirve los ‘agachaditos’ bota cáscaras, huesos y demás sobras en las calles y las puertas de las viviendas aledañas al puesto, atrayendo perros y malos olores”, comentó Ximena Pérez, vecina de Obrajes.
Sin embargo, según los vecinos, cuando se quejan por este tipo de “hechos”, tanto las comerciantes como los comensales se molestan y “quieren arremeter” sobre la ciudadanía que se siente afectada por la venta callejera de comida.
El municipio
En este marco, el intendente de la Alcaldía paceña, Mauricio Ruiz, aseguró que se trata de una “costumbre muy paceña” y no se puede hacer nada para evitarla.
“Lastimosamente es una costumbre muy boliviana el querer comer al nivel del piso, y aunque hemos querido controlarla, este tipo de actividad está creciendo”, indicó el funcionario.
Según Ruiz, la Intendencia tiene sólo la potestad de retirar los puestos ilegales de las calles.
“Los puestos ilegales tenemos que retirarlos aunque tengamos problemas con los propios comensales que se oponen”, dijo.
DATOS
• Licencias. Según la Intendencia Municipal, cerca de 10 puestos de ‘agachaditos’, principalmente en la calle Figueroa, tienen autorización legal para la venta de alimentos.
• Controles. Los funcionarios ediles realizan al menos dos a tres veces por semana los controles de la venta de comida en las calles.
• Capacitación. Se prevé organizar una serie de cursos de capacitación sobre manipuleo de alimentos para las vendedoras de los ‘agachaditos’.
Alcaldía controla calidad de la comida
Las vendedoras de los ‘agachaditos’ se caracterizan por servir los platos a sus comensales sin ayuda de ningún utensilio, lo cual es antihigiénico, la Intendencia paceña sólo se encarga del control de calidad de las comidas.
“Lo que nosotros vemos como Intendencia Municipal es si la comida es o no fresca, mayormente hemos encontrado alimentos que son frescos porque se vende bastante”, señaló el intendente edil Mauricio Ruiz.
De acuerdo con las propietarias de estos puestos de comida, cada día se vende un promedio de 50 platos.
“Cambiar esta cultura es imposible, lo único que les pedimos a las vendedoras es que si van a servir con la mano usen guantes de látex, pero tampoco hacen caso”, dijo Ruiz.
Además, muchas veces las comerciantes no terminan de vender toda la comida que prepararon y la guardan para comercializarla al día siguiente, lo que puede resultar extremadamente dañino para la salud de los comensales, advirtieron algunos ciudadanos.
“Tengo una tienda en Los Pinos y me quedo todo el día atendiéndola. Antes de Navidad compré un ‘agachadito’ para almorzar y me hizo tanto daño que me tuvieron que internar en el hospital. Los médicos dijeron que había ingerido comida recalentada de al menos un día antes, por tanto fermentada”, contó Adelina Huaycho, vecina de Los Pinos.
Cambio
“Supuestamente vivimos en una zona residencial del sur de La Paz, sin embargo, desde hace mucho tiempo que una señora se aposta en la calle principal para vender sus almuerzos, incluso pone banquitos de madera en toda la acera interrumpiendo el paso peatonal por este sector. Varias veces hemos denunciado a la Subalcaldía, pero la señora sigue en su negocio”, señaló Viviana Cuentas, vecina de Bajo Següencoma.
Y es que desde hace un tiempo el negocio de la venta de los conocidos ‘agachaditos’ se está expandiendo en los barrios de la zona Sur paceña.
“Antes veíamos a las señoras vender sus almuerzos al paso en zonas como la Buenos Aires y la Gallardo, pero el negocio ahora se ha vuelto muy famoso en zonas como Irpavi o Achumani”, dijo Mauricio Rico, vecino de Irpavi.
Cambio realizó un recorrido por cinco sectores del sur de La Paz (Obrajes, Següencoma, Irpavi, Achumani y Los Pinos) y detectó al menos 15 puestos de ‘agachaditos’ en varios sectores.
En estos lugares, el uso de guantes, servilletas y utensilios cuidadosamente higienizados para el manipuleo de alimentos parece haber quedado en el olvido.
Las comerciantes abren sus enormes ollas recubiertas de grandes cortes de tocuyo y —con la ayuda de sus manos— sirven las papas, chuños, asados y hasta el arroz.
La mayoría de las comerciantes de ‘agachaditos’ habilitan un banco de madera para poner la llajua para que se sirvan a gusto los comensales que se acomodan rodeando el puesto de venta.
“Lo peor es que la gente que se sirve los ‘agachaditos’ bota cáscaras, huesos y demás sobras en las calles y las puertas de las viviendas aledañas al puesto, atrayendo perros y malos olores”, comentó Ximena Pérez, vecina de Obrajes.
Sin embargo, según los vecinos, cuando se quejan por este tipo de “hechos”, tanto las comerciantes como los comensales se molestan y “quieren arremeter” sobre la ciudadanía que se siente afectada por la venta callejera de comida.
El municipio
En este marco, el intendente de la Alcaldía paceña, Mauricio Ruiz, aseguró que se trata de una “costumbre muy paceña” y no se puede hacer nada para evitarla.
“Lastimosamente es una costumbre muy boliviana el querer comer al nivel del piso, y aunque hemos querido controlarla, este tipo de actividad está creciendo”, indicó el funcionario.
Según Ruiz, la Intendencia tiene sólo la potestad de retirar los puestos ilegales de las calles.
“Los puestos ilegales tenemos que retirarlos aunque tengamos problemas con los propios comensales que se oponen”, dijo.
DATOS
• Licencias. Según la Intendencia Municipal, cerca de 10 puestos de ‘agachaditos’, principalmente en la calle Figueroa, tienen autorización legal para la venta de alimentos.
• Controles. Los funcionarios ediles realizan al menos dos a tres veces por semana los controles de la venta de comida en las calles.
• Capacitación. Se prevé organizar una serie de cursos de capacitación sobre manipuleo de alimentos para las vendedoras de los ‘agachaditos’.
Alcaldía controla calidad de la comida
Las vendedoras de los ‘agachaditos’ se caracterizan por servir los platos a sus comensales sin ayuda de ningún utensilio, lo cual es antihigiénico, la Intendencia paceña sólo se encarga del control de calidad de las comidas.
“Lo que nosotros vemos como Intendencia Municipal es si la comida es o no fresca, mayormente hemos encontrado alimentos que son frescos porque se vende bastante”, señaló el intendente edil Mauricio Ruiz.
De acuerdo con las propietarias de estos puestos de comida, cada día se vende un promedio de 50 platos.
“Cambiar esta cultura es imposible, lo único que les pedimos a las vendedoras es que si van a servir con la mano usen guantes de látex, pero tampoco hacen caso”, dijo Ruiz.
Además, muchas veces las comerciantes no terminan de vender toda la comida que prepararon y la guardan para comercializarla al día siguiente, lo que puede resultar extremadamente dañino para la salud de los comensales, advirtieron algunos ciudadanos.
“Tengo una tienda en Los Pinos y me quedo todo el día atendiéndola. Antes de Navidad compré un ‘agachadito’ para almorzar y me hizo tanto daño que me tuvieron que internar en el hospital. Los médicos dijeron que había ingerido comida recalentada de al menos un día antes, por tanto fermentada”, contó Adelina Huaycho, vecina de Los Pinos.
Cambio
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