Los bordados eran hechos con hilos de plata y el decorado, con piedras coloridas. Ahora la gente prefiere figuras de plástico, que abaratan los costos.
El peso de los trajes de los morenos se ha reducido hasta en un 60% en las dos últimas décadas, comentan dos artesanos de la calle Los Andes, en la ciudad de La Paz.
“Yo recuerdo que los trajes antiguos de moreno pesaban hasta 50 kilogramos. Hoy en día pesan alrededor de 20”, aseguró Aníbal Quisbert, dueño de la tienda de bordados “América”.
Su colega Juan Fernández, propietario del local de bordados “Raíces de Los Andes”, coincide con él y opina que uno de los motivos es que ahora se utilizan materiales más livianos y que son más manipulables, lo que permite al bordador trabajar más rápido y abaratar costos.
En tiempo pasado se usaba mucho el encadenado o hilo de plata para bordar las diversas prendas y las piedras de color para decorar los trajes folklóricos.
“Hoy en día es raro que una fraternidad te pida piedras para sus trajes. Más solicitan piedras hechas de plástico”, cuenta Fernández. Así, sin perder la vistosidad, el traje se aliviana y el bailarín está más cómodo.
Pero con estos cambios de materiales no sólo baja el peso, sino también el costo.
“El precio que manejamos por un traje de moreno va desde los 2.000 a los 4.000 bolivianos por cada uno”, dice Quisbert. Antes, agrega, eran más caros, aunque prefiere no dar montos exactos.
El cambio de materiales también ha permitido acelerar el trabajo de los artesanos.
“Como el carnaval se expandió de una manera incontrolable, hay cientos de bailarines más que en otras épocas. Además, esa gente manda a hacer los trajes a última hora y para cumplir con los contratos se debe emplear materiales menos costosos pero más fáciles de manipular”, explica Fernández.
Él usa tela brillosa, bordado con hilo, lentejuelas, canutillos, mostacillas, “materiales mucho más livianos que los que se usaban antes”, dijo.
En todo caso, aclara Quisbert, el trabajo no es de la noche a la mañana. Cuenta, por ejemplo, que se tarda un mes por traje.
“Hace unas semanas entregué 16 trajes de moreno para el carnaval de Arica (norte de Chile). Me fueron encomendados desde octubre del año pasado y con mi familia (seis personas) y tres trabajadores más, culminamos el trabajo”, relata.
Fernández tiene un encargo de 35 vestimentas para cholas morenas para el Carnaval de Oruro. Junto a seis personas tiene programado terminar el trabajo la próxima semana. “Ya llevamos el 75% terminado”, dice optimista.
Entre sus trabajadores, que bordan al fondo de la tienda, está Álvaro Jaime, un adolescente de 14 años. Sus manos se mueven con destreza. Con su empeño y esfuerzo desea aportar con su arte en la fiesta que se vivirá en este carnaval.
Página Siete
El peso de los trajes de los morenos se ha reducido hasta en un 60% en las dos últimas décadas, comentan dos artesanos de la calle Los Andes, en la ciudad de La Paz.
“Yo recuerdo que los trajes antiguos de moreno pesaban hasta 50 kilogramos. Hoy en día pesan alrededor de 20”, aseguró Aníbal Quisbert, dueño de la tienda de bordados “América”.
Su colega Juan Fernández, propietario del local de bordados “Raíces de Los Andes”, coincide con él y opina que uno de los motivos es que ahora se utilizan materiales más livianos y que son más manipulables, lo que permite al bordador trabajar más rápido y abaratar costos.
En tiempo pasado se usaba mucho el encadenado o hilo de plata para bordar las diversas prendas y las piedras de color para decorar los trajes folklóricos.
“Hoy en día es raro que una fraternidad te pida piedras para sus trajes. Más solicitan piedras hechas de plástico”, cuenta Fernández. Así, sin perder la vistosidad, el traje se aliviana y el bailarín está más cómodo.
Pero con estos cambios de materiales no sólo baja el peso, sino también el costo.
“El precio que manejamos por un traje de moreno va desde los 2.000 a los 4.000 bolivianos por cada uno”, dice Quisbert. Antes, agrega, eran más caros, aunque prefiere no dar montos exactos.
El cambio de materiales también ha permitido acelerar el trabajo de los artesanos.
“Como el carnaval se expandió de una manera incontrolable, hay cientos de bailarines más que en otras épocas. Además, esa gente manda a hacer los trajes a última hora y para cumplir con los contratos se debe emplear materiales menos costosos pero más fáciles de manipular”, explica Fernández.
Él usa tela brillosa, bordado con hilo, lentejuelas, canutillos, mostacillas, “materiales mucho más livianos que los que se usaban antes”, dijo.
En todo caso, aclara Quisbert, el trabajo no es de la noche a la mañana. Cuenta, por ejemplo, que se tarda un mes por traje.
“Hace unas semanas entregué 16 trajes de moreno para el carnaval de Arica (norte de Chile). Me fueron encomendados desde octubre del año pasado y con mi familia (seis personas) y tres trabajadores más, culminamos el trabajo”, relata.
Fernández tiene un encargo de 35 vestimentas para cholas morenas para el Carnaval de Oruro. Junto a seis personas tiene programado terminar el trabajo la próxima semana. “Ya llevamos el 75% terminado”, dice optimista.
Entre sus trabajadores, que bordan al fondo de la tienda, está Álvaro Jaime, un adolescente de 14 años. Sus manos se mueven con destreza. Con su empeño y esfuerzo desea aportar con su arte en la fiesta que se vivirá en este carnaval.
Página Siete
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