Han pasado 10 años desde la llamada “guerra del gas” u “octubre negro” en Bolivia, una revuelta popular en rechazo a la exportación de gas natural por puertos chilenos a EE.UU., que se saldó con la muerte de más de 70 personas y la salida del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien desde entonces se refugia en ese último país, pese a los intentos de extradición. En el marco de esta conmemoración, el periodista boliviano Boris Miranda lanza hoy, en la Feria Internacional del Libro de La Paz, su obra La última tarde del adiós, donde revela detalles inéditos del levantamiento de 2003. Entre ellos, el episodio protagonizado el 17 de octubre de ese año por “Goni”, como se conoce a Sánchez de Lozada, quien “desesperado porque creía que, al escapar, su mujer había sido atrapada por la muchedumbre, pidió la pistola de su edecán para suicidarse como Allende”, como relató Miranda al diario español El País. “Al final, tanto la esposa como el propio mandatario llegaron a los cuarteles, donde los esperaban helicópteros para sacarlos de La Paz”, agregó. En entrevista con La Tercera, Miranda da más detalles de su libro.
Usted revela que “Goni” no sólo pidió la pistola de su edecán para suicidarse como Allende, sino que esta “era una idea con la que había jugado más de una vez durante los días previos”. ¿Cómo se enteró de este episodio?
En la última tarde, en la residencia presidencial estaban muchas personas. Acompañaron a “Goni” en sus últimas horas de presidencia militares, policías, personal de servicio y funcionarios de gobierno. Es un episodio que tuvo muchos testigos, todos los que conversaron conmigo coincidieron en que el episodio se precipitó por el inminente peligro que corría la esposa del entonces mandatario. El último día bromeó con militares sobre el destino de muchos presidentes obligados a dimitir, entre ellos Salvador Allende. No se imaginaba que en unos minutos pasaría por una situación similar.
Usted también dijo que el levantamiento boliviano de 2003 “sorprendió a todos”. ¿La revuelta pudo ser tan sorpresiva, considerando los violentos enfrentamientos que se venían dando previamente entre los trabajadores y las Fuerzas Armadas?
La revuelta encontró mal parados a los partidos políticos. Todos sabían que existía una situación de conflicto, pero la dimensión de la rebelión superó cualquiera de las previsiones posibles. Eso significó el fin del sistema de partidos políticos que se acomodó en el poder entre 1985 y 2003.
¿Cree que “Goni” no dimensionó el impacto que tendría la exportación de hidrocarburos a EE.UU. desde puertos chilenos?
“Goni” estaba acorralado, con un Estado quebrado, asfixiado por la agenda del capital financiero internacional y acosado por los movimientos sociales. Veía en el proyecto de exportación de gas por Estados Unidos como la única salida posible para sobrevivir. La falta de sensibilidad social de ese gobierno fue una constante, la decisión de seguir adelante con un proyecto que involucraba a Chile es un ejemplo de ello.
El ex dirigente campesino Felipe Quispe dice que Evo Morales no estaba de acuerdo con la protesta aimara. ¿Cuál fue el rol del actual mandatario en la revuelta?
Evo Morales les dijo a muchos dirigentes que lo convocaban a sumarse a la rebelión una misma respuesta: “Yo no soy un golpista”. Por eso, lo justo es señalar que Evo no es uno de los artífices de la caída de Sánchez de Lozada. Morales, y esta es una de las revelaciones del libro, sí tomó una decisión fundamental en octubre de 2003. Rechazó la oferta de emisarios militares que le ofrecieron acercarlo a la presidencia en medio de la masacre. Evo comprendió que todavía no era su momento y que esa no era la forma de llegar a la presidencia. Seguramente, si aceptaba, ahora recordaríamos de manera muy distinta lo que sucedió hace 10 años y Morales estaría en otro lugar.
La Tercera
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