La negligencia médica en Bolivia

La Paz, 8 may.- Los últimos pasos que dio Susana Castellanos, una ex empleada del Banco Central, la condujeron a la mesa de un quirófano. Tenía poco más de 30 años y no pudo lucir las tetas turgentes de silicona que un cirujano plástico, que no fue a dar tras de rejas y que más bien fue premiado con la Dirección del Hospital Obrero, en La Paz, le hubo prometido a cambio de una puñado grueso de dólares.

Consecuencia de una negligente administración del anestésico pentotal, se le paró el corazón y quemó el cerebro. Trataron de depositar su cuerpo sin éxito en cualquier lugar para disfrazar lo irremisible.

Susana, que dejó en la orfandad una hija, vivió 2 años más en estado vegetativo, totalmente incontinente. Esta historia negra de la medicina boliviana se ha extraviado en el tiempo. Ocurrió hace más menos 20 años. El responsable de la tragedia, Yecid Andrade, pagó una fianza bien crecida y en dólares y un juez le concedió libertad pura y simple. Andrade no resarció el daño.

La jovencita OR se puso en manos de un médico dentista y lo último que hizo fue reclinarse en la poltrona y recibir una dosis negligente de lidocaína. Ya nadie quiere recordar esa desgracia. Han pasado dos décadas de olvido.

"No me interesa un acuerdo monetario, quiero justicia", decía hace un año el ex superintendente de Bancos, Jacques Trigo.

Su esposa Katia Rojas se dejó en manos de un cirujano plástico, se hizo hacer a una lipoescultura. Un mes después partió para nunca más.

"Ella murió un miércoles. El domingo, mi hija reunió valor para contarme todo, que no había dopamina, que no había sala de terapia intensiva, que el médico no apareció. Ese momento decidí demandar. (..) Un acuerdo no es opción para mí. Soy un profesional exitoso, no necesito dinero. Quiero sentar un precedente", declaró Trigo que vio morir a su compañera de 32 años. Fue en junio último.

La historia de Katia Rojas en la más reciente.

Según la abogada Teresa Montaño hay mil casos de negligencia médica que no han sido diseccionados por el bisturí de la justicia y que permanecen en la impunidad, desde que Susana Castellanos quiso lucir una talla más.

"Lo espero a las 8 de la noche, en ayunas, usted no tiene más de 48 horas de vida", le espetó un proctólogo a uno de sus pacientes al que quería operar a cualquier costa.

"Ni lo pienses, la Caja (Nacional de Seguro, CNS) demora 2 meses y no puedes darte ese lujo. (De tal forma) que no te va a costar mucho, 800 dólares y te garantizo el mejor anestesista".

El hombre, que venía de jugar una partida de fútbol se sintió lejos de la muerte, pese a que padecía una fístula anal, tanto así que recurrió, ese mismo día, al consejo de otro proctólogo que ejercía la jefatura de la especializadad en el Hospital Obrero.

"Créame, yo no soy operador", le dijo al tiempo de recibirlo en un lujoso consultorio de la Avenida Arce, en La Paz y, tras la evaluación de rigor, confirmó la existencia de ese canal purulento que desembocaba en el ano.

Y escribió una receta portentosa.

Diez días después, 8 más de los que otorgó el primero de los proctólogos consultados, el segundo de ellos concluyó que la terapia con ciprofloxacino, cánulas y antiinflamatorios no rindió frutos.

Casi con las mismas palabras dijo: "te garantizo un buen anestesista y te va a costar 800 dólares".

Al conocer la vigencia de un derecho en la CNS, se permitió descalificar a su empleador. "Pero eso va a tardar mucho". Era miércoles.

Dos días, un tercer proctólogo, bastante más joven que el segundo, firmó sin dramas la internación del paciente en la Sala de Proctología del Hospital Obrero.

"Estos problemas no tienen otra salida que no sea quirúrgica", comentó al firmar la orden de internación.

Tres días más tarde le operó.

Estos dramas se inscriben en la historia negra de la medicina de Bolivia, sumido hace más de 40 días en una huelga de médicos, lapso en que han muerto ya 4 bebés en los desérticos hospitales de La Paz.

Los últimos 2 el domingo, en la sala de neonatos del Hospital de la Mujer, a merced de estudiantes de medicina.

Alrededor de 10.000 médicos y paramédicos trabajan para el sistema de la sanidad pública en Bolivia, cuyos connacionales se gastan 5 millones de dólares año en médicos, laboratorios y clínicas de, principalmente Chile, Argentina y Brasil.

Los bolivianos, que desde 2006 pueden contar con los médicos de Cuba, pese a las rabietas de los galenos nacionales, también se gastan una plata para hacerse ver y tratar en Estados Unidos.

El gobierno de Evo Morales, que intentó que los médicos trabajen 8 horas, como todo el funcionariado boliviano, ha convocado a una 'cumbre' para fines de julio, bajo una agenda que incorpora dos temas eje: la carga horaria jornal y la ley antinegligencia médica.

La negligencia médica es la asignatura pendiente del sistema público de sanidad que se devela por vía de una auditoría médica, procedimiento técnico, analítico, evaluativo, de carácter preventivo y correctivo, con el fin de emitir un dictamen, informe o certificación independiente, referente al acto médico y a la gestión de calidad de los servicios de salud (Ley Nº 3131 del Ejercicio Profesional Médico, Art.15,Cap. VII).

Además es propositivo, educativo y no punitivo y procura que los pacientes reciban la mejor atención médica posible.

El caso de Juan Manuel Custodio, nacido en Aiquile el 15 de octubre de 1997 es la exposición más contundente de la negligencia de los médicos criollos.

Abandonado por sus progenitores al igual que sus 7 hermanos, sufrió, cuando tenía 8 años, una caída que le provocó una fractura en la mandíbula, lo que obligó a su hermana mayor, María, a trasladarlo a la ciudad de Sucre, tras ver cerrada la oportunidad de una operación en Cochabamba.

Una vez reconstruida la mandíbula, se imponía una segunda operación para retirar el material de osteosíntesis.

Manuel fue operado por segunda vez en el hospital Manuel Ascencio Villarroel, en Cochabamba.

En medio de la pericia quirúrgica, Manuel sufrió un paro cardiorespiratorio.

Hace 6 años que los ojos de Manuel solo reflejan el tráfago de ese momento. El vive hace 5 años en el hospital sin poder hablar. Debe comer recostado y depende de alguien que le alcance la comida triturada.

Presenta dificultad de movimiento en las extremidades izquierdas, no puede tragar ni deglutir, no puede retener saliva, consecuencia de la impericia de un grupo de médicos que le introdujeron un tubo en la laringe, indicado sólo para adultos.

Desde 2007 la Defensoría ha registrado al menos 272 denuncias a nivel nacional por negligencia médica.

ABI

No hay comentarios: