La ciudad lleva inscrito un misterio religioso, que alimentó la imaginación de literatos y pintores.
La ciudad de las alturas pobló de fantasmas, terrores y sueños las obras de grandes artistas. La Paz cobró vida propia en sus plumas, pinceles y manos de fuego, con un magnetismo que absorbió la obsesión de estos creadores. Los estudiantes, fetichistas y seguidores de la tradición usualmente hacen una peregrinación turística hacia ellos para celebrar el arte, como un hecho cotidiano.
La literatura. El sector de San Francisco fue un referente imprescindible en la imaginería literaria. La calle Max Paredes sirvió para encender la máquina de relatos del escritor Adolfo Cárdenas en Periférica Boulevard. Víctor Hugo Viscarra, autor de Borracho estaba pero me acuerdo, exploró en sus crónicas de criaturas fragmentadas de la calle. Jaime Saenz, autor de Felipe Delgado, tomó a su cargo las calles del casco viejo y urbano como Churubamba y Catacora para diseminar en sus piezas narrativas al aparapita y otros personajes de la noche. Juan Pablo Piñeiro condujo por todo el sector por el cual se recorre la entrada de la fiesta del Gran Poder, desde la Garita de Lima hasta el parque de los Monos, para revivirlo en su novela, Cuando Sara Chura Despierte. El Cementerio General fue muy explotado por Jaime Saenz y la zona de Llojeta se hizo célebre en los poemas de Guillermo Bedregal.
Lo visual. Las montañas de Río Abajo dieron pie a las esculturas de Mario Saravia.
El Illimani no podía faltar como recinto magnético. Arturo Borda fue quien le dio majestad, con un cuadro. El rincón del Montículo (Sopocachi) fue visto en las cintas El corazón de Jesús de Marcos Loayza y Zona Sur de Juan Carlos Valdivia, con esplendor.
3 zonas inspiraron arte: Norte (Casco Viejo), Sopocachi (Centro) y Río Abajo (Zona sur).
Estudio metafísico. Créanlo o no, aún hay, sobre todo, jóvenes fanáticos tocados por la denominada “literatura paceña” que visitan la morgue del Hospital General, en Miraflores, porque Saenz le dio popularidad al realizar asombrosas y macabras divagaciones sobre la muerte en torno a este espacio.
Fotografía. Los rincones más apreciados por los capturadores de eternidades en postales u obras colectivas de exposición artística son entre otros, el Montículo, el Puente de las Américas y la Plaza Isabel la Católica, símbolos visuales de la ciudad.
La ciudad de las alturas pobló de fantasmas, terrores y sueños las obras de grandes artistas. La Paz cobró vida propia en sus plumas, pinceles y manos de fuego, con un magnetismo que absorbió la obsesión de estos creadores. Los estudiantes, fetichistas y seguidores de la tradición usualmente hacen una peregrinación turística hacia ellos para celebrar el arte, como un hecho cotidiano.
La literatura. El sector de San Francisco fue un referente imprescindible en la imaginería literaria. La calle Max Paredes sirvió para encender la máquina de relatos del escritor Adolfo Cárdenas en Periférica Boulevard. Víctor Hugo Viscarra, autor de Borracho estaba pero me acuerdo, exploró en sus crónicas de criaturas fragmentadas de la calle. Jaime Saenz, autor de Felipe Delgado, tomó a su cargo las calles del casco viejo y urbano como Churubamba y Catacora para diseminar en sus piezas narrativas al aparapita y otros personajes de la noche. Juan Pablo Piñeiro condujo por todo el sector por el cual se recorre la entrada de la fiesta del Gran Poder, desde la Garita de Lima hasta el parque de los Monos, para revivirlo en su novela, Cuando Sara Chura Despierte. El Cementerio General fue muy explotado por Jaime Saenz y la zona de Llojeta se hizo célebre en los poemas de Guillermo Bedregal.
Lo visual. Las montañas de Río Abajo dieron pie a las esculturas de Mario Saravia.
El Illimani no podía faltar como recinto magnético. Arturo Borda fue quien le dio majestad, con un cuadro. El rincón del Montículo (Sopocachi) fue visto en las cintas El corazón de Jesús de Marcos Loayza y Zona Sur de Juan Carlos Valdivia, con esplendor.
3 zonas inspiraron arte: Norte (Casco Viejo), Sopocachi (Centro) y Río Abajo (Zona sur).
Estudio metafísico. Créanlo o no, aún hay, sobre todo, jóvenes fanáticos tocados por la denominada “literatura paceña” que visitan la morgue del Hospital General, en Miraflores, porque Saenz le dio popularidad al realizar asombrosas y macabras divagaciones sobre la muerte en torno a este espacio.
Fotografía. Los rincones más apreciados por los capturadores de eternidades en postales u obras colectivas de exposición artística son entre otros, el Montículo, el Puente de las Américas y la Plaza Isabel la Católica, símbolos visuales de la ciudad.
La Prensa
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