Transexuales se besan sin prejuicios en Ecuador

Israel y Mathew se unen con un beso. De fondo, gritos de euforia, gente que salta, ríe y expresa a viva voz su homosexualidad al sostener en la mano la bandera multicolor que representa a la comunidad por el Día Contra la Homofobia.

Los jóvenes que no pasan de los 25 años, hoy se sienten tranquilos, sin miedos, aunque muchos transeúntes caminan alrededor mirándolos con espanto, como si cometieran un pecado. Pero a Israel y Mathew eso los tiene sin cuidado, han enfrentado rechazos más fuertes que en lugar de amilanarlos prefieren ignorarlos.

No fue fácil llegar a ese punto poder enfrentarse a una sociedad que muchas veces los califica de seres “raros”, “enfermos”, “desorientados”. Ellos no son pareja, cada uno mantiene una relación estable, pero decidieron besarse en señal de que la homosexualidad es tan libre como la heterosexualidad.

El parque Gabriela Mistral fue el lugar de encuentro. Hay alrededor de unas cincuenta parejas del mismo sexo demostrándose amor al juntar sus labios en apasionados besos.

Vídeos, fotografías, todo debía quedar registrado, es un día para festejar que hace 22 años la Organización Mundial de la Salud eliminó a la homosexualidad como una patología.

“Mi madre me rechazó”

Mathew es delgado, viste jean, camiseta verde a rayas, luce gafas oscuras, tiene el cabello corto peinado hacia un costado.

Fue en la escuela cuando descubrió su orientación. Conoció a un muchacho que lo deslumbró, no podía dejar de pensar en él. Era un sentimiento extraño que lo confundía, pues al mismo tiempo que deseaba estar a su lado, la cabeza le decía que eso estaba mal.

“A los hombres solo les pueden gustar las mujeres”, se decía a sí mismo, además trataba de eliminar esa sensación, porque eso le enseñaron en casa.

Pasó el tiempo. Llegó a la adolescencia y el gusto por los chicos no desaparecía, al contrario, fue ahí cuando aceptó su homosexualidad.

El siguiente paso fue contárselo a su madre, pues sus progenitores lo sospechaban. En una ocasión se metieron a su habitación y encontraron cartas que había intercambiado con su pareja de aquel instante.

La reacción de ella no fue como esperaba. Le dijo de todo. Que estaba decepcionada, que no quería volverlo a ver, incluso maldijo el día en que nació.

Mathew se derrumbó. La persona más importante en su vida fue quien le dio el golpe más fuerte.

Entre discusiones y rechazos acordaron ir a terapia con un psicólogo, no para tratar de “curar” a Israel, sino para recomponer su relación.

“Las cosas nunca volvieron a ser las mismas, pero al menos hoy mi madre no es tan intolerante conmigo”, dice con dolor.

El rechazo de otras personas le incomoda, pero ha aprendido a sobrellevarlo para no dejarse vencer.

Actualmente Mathew vive en unión libre con su pareja desde hace un año y medio.

“SOY FELIZ CON MI SEXUALIDAD”

La historia de Israel es diferente. Corrió con mejor suerte que su amigo, en cuanto al plano familiar. Cuando su mamá supo la verdad, su relación se fortaleció más.

Él es más hablador que Mathew. Tiene el cabello ensortijado, ligera barba y una incomparable voz suave.

No recuerda que alguna vez en su vida le haya atraído una mujer. Desde pequeño supo claramente que sus gustos eran diferentes, pero no por eso se sintió acomplejado.

Al cumplir 14 años su madre le preguntó directamente: “¿eres homosexual?”, y sin reparos le contestó que sí.

“Era obvio que lo sabía por mi forma de ser. Solo quería escucharlo de mi propia boca. Nunca hubo problemas”, dice satisfecho.

Israel no es el único en casa con orientaciones sexuales distintas a la mayoría de la gente. Resulta que su hermana es lesbiana.

Sin embargo, no todo fue color de rosa. Recibió ataques en la escuela y en el colegio sus compañeros hasta intentaron violarlo.

Lo atormentaban todos los días, pero sacaba fuerzas porque sabía que contaba con el respaldo incondicional de su progenitora. Gracias a eso su carácter no se amilana fácilmente. Esquiva la discriminación como si se tratara de una piedra en el camino.

“LA DISCRIMINACIÓN ES TENAZ”

Sus experiencias les han enseñado que la discriminación a la comunidad Glbti “es terrible”. Más allá de las miradas de estupor o frases ofensivas, lo más difícil es cuando ese odio se traduce en violencia física, abusos sexuales y hasta la muerte.

“Esto jamás se va a terminar hasta que todos entiendan que somos iguales, sin importar que te gusten hombres o mujeres. Todos tenemos derecho a amar”, dicen ambos.

Extra

No hay comentarios: