Los guardianes de la catedral del fútbol boliviano

Sus vidas han transcurrido en días y noches velando por la seguridad del símbolo más grande que tiene el fútbol boliviano. En el estadio Hernando Siles, los porteros Constantino Llave y Juan Rocha suman juntos más de 55 años dedicados al cuidado de este símbolo del deporte en el país.

Estos hombres poseen y conocen cada una de las llaves de los candados que permiten el ingreso de hasta 42.000 personas al estadio Hernando Siles.

No existe un lugar o rincón que no conozcan, todo lo tienen grabado en la memoria, ésa que lograron gracias a los años que han pasado recorriendo túneles y accesos, de día y de noche, con luz y en la oscuridad.

En el estadio existen cuatro porteros, por parejas cubren un turno de 24 horas continuas, uno en la curva sur y otro en preferencia y las oficinas.

35 años de servicio

Don Constantino Llave, de 69 años, es uno de los trabajadores más antiguos del estadio Hernando Siles, aunque no recuerda si son 35 o más años que lleva de labor.

Para él, este inmenso lugar de parajes fríos que se avivan con las hinchadas futboleras en cada partido, es como su casa, ahí ha pasado gran parte de su vida.

Nacido en Santiago de Andamarca, en Oruro, en 1942, don Constantino dejó de ser minero y se trasladó a La Paz para trabajar en varios oficios hasta que encontró el puesto de portero en el estadio Hernando Siles.

Se desempeñaba en varias labores, pero recuerda que lo más difícil eran las rondas nocturnas por fuera y dentro de la inmensa estructura.

En la actualidad, cuando hace sus rondas en la madrugada ya ni siquiera utiliza linterna, pues con las luces que ingresan de la calle le basta, según cuenta.

“El cuerpo se acostumbra a rondar, no necesito despertador porque me despierto ‘justito’ a la hora en la que me toca salir a revisar el estadio”, dice.

De estatura pequeña y andar algo lento, don Constantino mantiene un humor ágil y relajado, ríe mientras habla y cuenta sus anécdotas, aunque la nostalgia se deja ver en su mirada cuando dice que ha llegado la hora de jubilarse.

El futuro, cuando piensa en eso, es algo incierto.

Tony Cooker y los ladrones

Hace casi dos décadas, se comunicó a los porteros que por seguridad verían la forma de gestionar que tengan armas registradas en la Policía para el resguardo del campo deportivo. A don Constantino no le gustó para nada la idea, pensaba que no era correcto, pues es cristiano y tenía temor a un desenlace fatal.

Por aquellos días, un pastor alemán apareció en la puerta 9 del estadio y, como no se quería ir, terminó viviendo en el estadio por 15 años acompañando a los porteros sobre todo en las rondas nocturnas. Lo bautizaron como Tony Cooker y fue este can el que defendió a don Constantino de un ladrón que ingresó al estadio.

El trabajo y las estrellas

Juan Rocha, de 56 años, empezó trabajando en el estadio como empleado múltiple y luego se convirtió en portero. Sus primeras experiencias fueron atemorizantes, ya que todos los pasillos y accesos a la cancha “son pesados” pues existen sonidos y sucesos que podrían relacionarse con la presencia de fantasmas.

Don Juan quedó huérfano de padre en la adolescencia y se convirtió en el “hombre de la casa”. Para ayudar a su familia, trabajaba en varios oficios. Después llegó al estadio y se quedó para cuidar de él como quien cuida algo propio.

Cuenta que lo mejor de su trabajo es haber conocido a estrellas como Diego Maradona o Carlos Valderrama y también a figuras como Laura León y los Kjarkas.

Aunque admite que en los conciertos mientras la gente se divierte y se va a sus casas a ellos les toca trabajar hasta 48 horas.

“Como se ha convertido en una casa para mí, arreglo las cosas que se descomponen sin necesidad de que nos digan, pues es como algo nuestro”, relata.

Para estos hombres no importa si el día de turno cae en Navidad, Año Nuevo o cumpleaños, ellos deben cumplir con su trabajo.

En esos momentos en los que el estadio Hernando Siles no tiene a más público que las palomas o gaviotas, ellos aprovechan “para meditar alguna vez, sentados en las butacas de preferencia, en la vida, la familia o el futuro”.

Mientras tanto, la vida sigue su curso afuera y el viento se adueña de cada acceso del gigante de Miraflores.

Página Siete

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