Las "ñatitas” fueron agasajadas con rezos y música en El Alto

Sus creyentes les atribuyen el poder de resolver problemas de salud, económicos y sentimentales. Quienes tienen varias realizan grandes fiestas por ellas.

Se les atribuye misterios ocultos, incluso milagros. Cada una tiene un nombre y se dice que también un poder: desde sanar a los enfermos, pasando por “rescatar” a los infieles, hasta proteger una casa o recuperar un vehículo robado. Ellas son las “ñatitas” y ayer estuvieron de fiesta.

Cientos de creyentes las veneraron ayer, 8 de noviembre, una fecha que se conoce en la región andina del país como el Día de las Ñatitas. En el cementerio Tarapacá de El Alto se vivió un ambiente de fiesta, pues decenas de ellas fueron agasajadas por sus fieles.

La celebración sigue a la de Todos Santos (2 de noviembre), aunque la Iglesia Católica no la reconoce y, por tanto, se abstiene de ofrecer misas por ella.

Ayer, cerca del mediodía, decenas de “ñatitas” (cráneos humanos) fueron festejadas en medio de música, comida, velas y alcohol en el cementerio Tarapacá, que es uno de los centros más importantes de esta celebración. También hay actividades en honor de ellas en los otros tres camposantos de El Alto.

Adornados con flores, ch’ullos y sombreros, Isabelita, Ricardo, José, Ramón, Josefa, Manuela, Ángela y Édgar -nombres con los que fueron bautizadas algunas calaveritas- acogieron el rezo de sus fieles, cigarrillos y hojas de coca. Sus creyentes afirman que se les puede pedir un deseo, sea material, espiritual o de salud.

“Con el pasar de los años la fe crece y la incredulidad se reduce por los milagros que otorgan las ‘ñatitas’”, comenta Martha Rosa Mamani, quien guarda en su casa a Isabelita.

La historia de esta “ñatita” se remonta a ocho años atrás, cuando un grupo de estudiantes de secundaria que buscaba restos fósiles en el cementerio Tarapacá la encontró. Los jóvenes la tomaron y la llevaron al laboratorio de su establecimiento educativo.

Años después, Martha Rosa ingresó a ese colegio como portera y al hacer la limpieza del laboratorio vio a Isabelita en una esquina del recinto, descuidada.

“Al principio veía la imagen de una mujer vestida de pollera, luego comprendí que era Isabelita. El primer deseo que pedí fue por la salud de mi esposo, que cayó de un edificio y estaba a punto de morir. Dije: ‘si es tu voluntad llevatelo porque está sufriendo, y si permites que se quede a mi lado, jamás me separaré de él”, recuerda Martha Rosa.

“Hay algunas personas que piden el mal, yo no lo permito; a ella (Isabelita) sólo se le debe pedir cosas buenas”, agrega.

El culto que en el pasado era celebrado en el ámbito privado, en familia, ahora se lo hace en público. Por ejemplo, en las calles aledañas al cementerio Tarapacá, varias familias contrataron bandas y grupos musicales de cumbia para festejar a sus “ñatitas” como manda la tradición.

Pagina Siete

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